Para aquellos lectores, les recomiendo mucho encarecidamente este capítulo que analicé en clases, les comparto mi experiencia y los invito a leerlo, avisados estan de que esta reflexión tiene SPOILERS (gran parte del contenido de lo que pasa),
Ensayo “Así Habló Zaratustra”
III.- De la Visión y del Enigma.
En este texto personalmente veo mucho misterio y
cuestionamientos profundos acerca de la certeza del hombre y su capacidad de
afrontar el transitar de este pasaje del que llamamos vida, coincide un poco
con una reflexión que publiqué en mi blog personal hace unas semanas y me
parece bastante interesante, en primer lugar el personaje principal “Zaratustra”
sale de una trance, de una conmoción rotunda de su alma, para relatarles a sus
compañeros de travesía, los mismísimos horrores que él vivió entre aquel enigma,
en la isla desierta a la que todos ansiaban acudir, no se imaginarían que en
ella se albergaba toda esta clase de artimañas mentales que podrían tejer todo
una confusión mental y poner de bruces al más fortachón y de semblante
menguante.
Empieza una retórica muy fascinante tan pronto describe lo sombrío
del ambiente y cuando se le aparece el demonio mitad topo, mitad enano , el
cual lo intenta intimidar, y es ahí cuando Zaratustra habla del valor del
hombre, uno de los aspectos que me encanta en el texto. Se trata de un valor
muy poco presente hoy, no se trata de un simple valor a través de una inyección
de voluntad, no, no… se trata de un valor contundente el cual pudiéndolo manejar
a su cabalidad, te hará libre, te dará la seguridad que necesitas infundirte a ti
mismo para afrontar cualquier cosa. A partir de este punto se adentra en una
metáfora muy puntual, cuando habla sobre los caminos convergentes en el portón
que divide lo que él llama el camino de atrás y el camino de adelante, lo cual
son un mismo punto, solo hay una mera separación, lo llamado “Instante” pero el
camino es el mismo, a partir de la infinidad. También relata acerca del miedo
cuando entre las hojarascas aparece el perro que aúlla fuertemente despavorido
por algo que lo hace temblar, y Zaratustra ve un reflejo de compasión por el
animal.
En esa misma línea pasa algo más, el final se vuelve más
oscuro y tétrico, el observa a un hombre, que describe como un pastor poseído
por los pecados, a los cuales lo representa la serpiente que sobresale de la
propia boca del sujeto, imagen que lo espanta de sobremanera al momento, pues
se puede traducir en el reflejo del horror mismo, esa incapacidad de salir de
una experiencia terrorífica la cual lo dejó atisbado totalmente, culminando con
saber el porqué del misterio y qué hay realmente detrás de esa visión…
Carlos Baldivian.
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